MENSAJE DOMINICAL


Pbro. Vicente Girarte Martínez
REAFIRMAR LA FE EN TIEMPOS DE DIFICULTAD
Se hacía difícil para los judíos escuchar a Jesús. La oferta era ciertamente atractiva, pero les sacaba totalmente de los caminos trillados a que se habían acostumbrado. Frente a Jesús ya no eran los que conocían la ley. Tampoco podían presentar mérito ninguno. Simplemente tenían que aceptar lo que Jesús decía. Seguir a Jesús de verdad exige siempre dejarlo todo y ponerse en sus manos. Hay que abrirse a la acción de Dios que nos guía por caminos insospechados.
A lo largo de su vida pública Jesús se encontraría más de una vez con el rechazo de parte de los que le escuchaban. No sólo eso. Más de una vez también, aquellos que él había elegido para seguirle, se separarían del grupo para volver atrás, a su mundo, a sus ocupaciones habituales. Se les hacía difícil caminar con Jesús, seguir su ritmo. Ciertamente, su palabra y su estilo de vida, su predicación, era atrayente, pero era también muy exigente. Y detrás habían dejado la pequeña seguridad de sus casas y sus trabajos, de sus familias y sus gentes, su mundo, su hogar.
El Evangelio de hoy nos pone delante una de estas situaciones de crisis en el mismo grupo de Jesús. Dice expresamente que “muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él”. Pero también nos ofrece la respuesta valiente de algunos otros. Ciertamente ni unos ni otros sabían con seguridad cuál sería el final del camino. Pero los que decidieron quedarse estaban seguros de que Jesús tenía palabras de vida eterna. Su novedad les había deslumbrado de tal manera que valía la pena dejar cualquier cosa por seguirle. Fue Pedro, como otras veces, el encargado de responder en nombre del grupo. “Señor, ¿a quién vamos a acudir?” Sus palabras fueron solemnes, pero detrás de ellas se esconde un largo proceso de dudas y vacilaciones, pasos adelante y pasos atrás. Recordemos que éste es el mismo Pedro que negaría a Jesús tres veces durante la Pasión. Y que, mientras tanto, los demás discípulos habían huido.
Para nosotros, es importante recordar estas palabras de Pedro. En los momentos de dificultad y vacilación, cuando sentimos la tentación de abandonar a Jesús, de dejar la comunidad, de entregarnos a una vida cómoda y descomprometida, cuando todo se nos hace cuesta arriba, estas palabras se pueden convertir en nuestra oración: “Señor, ¿a quien iremos? Tú tienes palabras de vida eterna.” Seguro que en ellas y en la gracia de Dios encontramos la fuerza para volver a empezar.
Para la reflexión
¿Qué partes del Evangelio se nos hacen más difíciles de aceptar? ¿Qué es lo que no aceptamos de la vida de la Iglesia o de nuestra comunidad cristiana? ¿Cuándo nos hemos sentido desilusionados? ¿Qué ha sido lo que nos ha ayudado a volver a caminar? ¿Recurrimos entonces a la oración para encontrar en el Señor la fuerza necesaria para seguir caminando?

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