SER CRISTIANO ES VIVIR AL SERVICIO DE LOS DEMÁS
Hay muchos que sólo se sienten bien cuando se sienten poderosos, cuando los demás les rodean llenos de admiración y envidia. Se creen muy seguros. Tienen poder y dinero. Y piensan que no les hace falta nada más en la vida. Algunos también creen que la Iglesia debería ser igualmente poderosa. Así, piensan, sería mas respetada y más personas creerían en Jesús y entrarían a formar parte de ella.
Me atrevería a decir que se equivocan totalmente. Es que leyendo el Evangelio de hoy nos damos cuenta de que ser cristiano no es una cuestión de poder. Más aún. Jesús renunció a todo poder para hacerse servidor de todos los hombres y mujeres. Hasta dar la vida por nuestra salvación. Hasta ese punto se hizo nuestro siervo, nuestro esclavo. Jesús se pone de modelo para sus apóstoles: el que quiera ser grande o ser el primero entre ellos, tiene que ser el servidor de todos. Sólo así los apóstoles se terminarán pareciendo al Hijo del Hombre, a Jesús, que no vino al mundo para ser servido sino para servir y dar su vida en rescate por todos.
La forma de pensar de Jesús es diferente de la forma de pensar del mundo. Entre nosotros hay personas con poder. Se les nota en la ropa, en las cosas que usan, en la casa. Miran a los demás de arriba abajo. Desprecian a los que no son como ellos. Y muchas veces se aprovechan de los demás. Jesús tenía más poder que nadie. Era el Hijo de Dios. Habría podido vivir como nadie nunca ha vivido en este mundo. Pero no lo hizo. En cambio nos vino a ofrecer el amor de Dios. Lo hizo de una forma práctica. No se contentó con decir hermosas palabras. Salió a los caminos, entró en los pueblos, se encontró con los enfermos, les dio palabras de aliento y esperanza, compartió sus dolores. Al final de su vida, lavó los pies a sus discípulos, para dejarles bien claro que su vocación era el servicio, pasar la vida dedicado al bienestar de los demás y no a que los demás le hiciesen sentir bien a él.
Eso es lo que hace diferente a Jesús. Jesús no se aprovechó de nadie sino que se acercó a los que sufrían y les dio todo lo que tenía. Jesús renunció al poder y a la autoridad para encontrarse de tú a tú con cada uno de nosotros y hablarnos del amor que Dios nos tiene. Por eso el que quiera ser más importante en el Reino, tiene que empezar por hacerse servidor de todos. No hay otro camino. Se lo dejó muy claro a los hijos del Zebedeo. Y hoy nos lo dice con claridad a nosotros: si queremos ser felices más vale que nos empecemos a preocupar por el bienestar y la felicidad de los que nos rodean, porque sólo con ellos seremos nosotros felices. Imitando a Jesús encontraremos la verdadera felicidad.
Para la reflexión
¿Crees que Jesús escogió el mejor camino para salvarnos (hacerse servidor de todos)? ¿Te preocupas de verdad de hacer felices a los que te rodean, especialmente a tu familia y a tus amigos? ¿Crees que ésa es la mejor forma que tienes de dar testimonio de Jesús?