MENSAJE DOMINICAL
Pbro. Vicente Girarte Martíez
Puede parecer una tontería pero lo único que tenemos es el tiempo. O, mejor dicho, el presente. Es lo único de que disponemos: este momento actual que estamos viviendo. Es decir, la vida es nuestro mayor tesoro. Por eso hay que aprovecharla. Minuto a minuto. Para disfrutarla, para gozarla, para que no se nos escape nada de lo que en ella nos sucede y hacemos que nos suceda.
Es exactamente lo que nos dice Jesús en el Evangelio. No podemos vivir dormidos, distraídos. Hay que vivir en vela porque en cualquier momento llega el Señor, está llegando, y se nos puede pasar la mejor oportunidad de nuestra vida. Jesús pone el ejemplo de los criados que esperan la llegada de su amo. Nosotros podríamos poner el ejemplo del joven que tiene que estar atento porque en cualquier momento puede pasar a su lado el amor de su vida y se lo puede perder.
¿Qué es eso que nos podemos perder y que no deberíamos perder de ningún modo? ¿A qué se refiere Jesús cuando nos pide que estemos atentos? La respuesta está en la fraternidad. Me contaron de un joven, hijo de familia rica en un país pobre, que durante años no tuvo la más mínima conciencia de la pobreza en que vivían muchas personas de su alrededor. Se movía siempre en ambientes de lujo y, cuando salía de casa, lo hacía siempre en el coche de su padre o de los padres de sus amigos que tenían siempre los cristales bien tintados. Oficialmente era para que no entrase el sol pero también hacía más difícil ver el exterior. Sus hermanos que sufrían se convertían apenas en sombras sin consistencia. Hasta que un día bajó del coche y vio la realidad. Se dio cuenta de que eran personas como él. Entonces, su vida tranquila se vio envuelta en una tormenta. Ya no pudo seguir viviendo de la misma manera. A eso es a lo que Jesús quiere que estemos atentos: a los hermanos y hermanas.
El tipo de atención que nos pide Jesús no es la que tiene el hombre de negocios para ganar dinero. Jesús quiere que estemos atentos a los hermanos y hermanas. Vivir de una forma que valga la pena sólo tiene un significado para Jesús: construir la familia de Dios. Sólo así encontraremos la verdadera felicidad. Esa es la fe de que nos habla la segunda lectura. Creer en Jesús es creer que Él está en medio de nosotros construyendo su Reino, haciéndonos hermanos. En la medida en que somos capaces de ver en los que nos rodean el rostro de un hermano, nuestro corazón será capaz de amar. Y amar es vivir. Y crear fraternidad. Ése es el tipo de vida que Jesús quiere para nosotros. Ése es el tipo de vida para el que vale la pena estar atento. Lo demás, todo lo demás, es perder el tiempo. Y perder la vida.
Para la reflexión
¿Qué hago con mi tiempo? ¿Cómo lo aprovecho? ¿Me esfuerzo para vivir desde la fe todas las horas de mi vida? ¿Soy capaz de mirar con ojos de fe a los que viven conmigo, a los que me encuentro por la calle, en el trabajo, en la escuela? ¿Son hermanos lo que veo o son enemigos que me amenazan y de los que me tengo que defender?