Consecuencias del aislamiento y la soledad por el coronavirus
El aislamiento social obligatorio supone una situación novedosa y excepcional de la que nadie tiene experiencia. E implica un duro desafío.
Pregunta: Desde que estamos encerrados en casa por el coronavirus, a cada uno de la familia le pegó distinto. Yo, después de tres o cuatro días de estar tranquilo, empecé a dormir mal y con miedo a enfermarme. Estoy como hipocondríaco a pesar que siempre me gustó estar solo. Marcial Carballo, CABA
El ser humano tiene la imperiosa necesidad de buscar certezas para su vida, aunque suele olvidar que una de las pocas certezas que existen es que la vida cambia y termina.
Y en cuanto las cosas dan un giro inesperado –como la pandemia por el coronavirus– tiende a sentirse abrumado, desconcertado, sin saber bien qué hacer. Todo lo inesperado siempre produce un gran impacto psicológico, sea para bien o para mal, según lo que acontezca.
En la actualidad, el aislamiento social obligatorio decretado por el estado de alarma y de necesidad ante la pandemia, supone una situación novedosa y excepcional de la que nadie tiene experiencia.
Implica –entre otras cosas– un duro y prolongado desafío que requiere de fortaleza psicológica para afrontar un cambio de vida radical en hábitos y costumbres, con la readaptación a la convivencia o separación de familiares, amigos, trabajo, posibilidad de viajar, utilización del tiempo, etcétera.
El estado emocional y psicológico juega un papel clave en el estado de la salud de todo individuo. Toda persona es una unidad psicofísica, por lo que cualquier afección física afectará su estado de ánimo y, a la inversa, su estado emocional o psicológico influirá tanto en su salud orgánica como en su capacidad de recuperación si padece una enfermedad en curso o en el grado de vulnerabilidad para enfermarse o no.
De eso, precisamente, se ocupa la reciente especialidad médica, la psico-neuro-inmuno-endocrinología.
El aislamiento social y obligatorio impone un duro y prolongado desafío que requiere de fortaleza psicológica para afrontar un cambio de vida radical en hábitos y costumbres.
La situación de aislamiento y de cómo se la vive emocionalmente abarca un amplio abanico de posibles reacciones psicológicas. El “quedate en tu casa” plantea escenarios diferentes según sea la edad del individuo, si está solo o acompañado, si tiene o no hijos, si continúa realizando su trabajo a distancia, si padece alguna enfermedad previa o si está a cargo y convive con un familiar enfermo.
Ante la situación de aislamiento cada persona reaccionará de acuerdo a la fortaleza de su aparato psíquico, que determinará cómo afronta las situaciones de estrés, soledad, angustia o incertidumbre.
En otras palabras, la cuarentena no afectará a todos por igual según los recursos psíquicos de los que cada uno disponga.
Mientras que la soledad es la sensación subjetiva de tener menos afecto y cercanía de lo deseado en el ámbito íntimo o de relaciones, el aislamiento social es la situación objetiva de contar con mínimos contactos con otras personas.
Pero ambos se relacionan con un mayor riesgo de enfermar: desde resfríos comunes hasta enfermedades cardiovasculares. La explicación reside tanto por el aumento de hábitos no saludables como por las desregulaciones biológicas provocadas por la misma soledad o por el aislamiento social.
Según la edad y la estructura de la personalidad será la respuesta del organismo al estrés a nivel hormonal, cardiovascular e inflamatorio.
Por qué algunas personas se aburren más que otras
El incremento de la actividad de la glándula suprarrenal y del eje hipotálamo-hipofisario, aumenta los procesos inflamatorios –base de enfermedades físicas y psíquicas– y reduce la respuesta del sistema de defensas del organismo. Lo cual, obviamente, implica una desventaja para enfrentar al coronavirus.