EN LA ESPIRAL

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Vicente González García

¿PODRÁ HABER PAZ, EN UN CONTEXTO SOCIAL, ECONÓMICO Y POLÍTICO INEQUITATIVO?

Para todo creyente, de acuerdo a los designios de Dios, la razón de ser de las instituciones debe estar ordenada al bien del hombre “todo entero, cuerpo y alma, corazón y conciencia, inteligencia y voluntad”.

Partiendo de esta verdad, se concluye que todas las sociedades, en sus respectivos campos de acción deberían promover el diálogo y advertir la gran urgencia de unir esfuerzos para favorecer la justicia, la hermandad, la paz, y el desarrollo integral de la persona humana. Con ello se estaría enviando un mensaje de lealtad a la comunidad para que esta vuelva a confiar en ellas.

Hoy, nuestro contexto de vida, nos dice que las instituciones siguen sumergidas en un profundo escollo de credibilidad, de tal suerte que ninguna se permite tener la suficiente confianza en las otras. Es decir, unas y otras se miran como verdaderas enemigas.

Ante este panorama, lo más sano y grato sería que, tras los encargos y facultades de mando que se otorgan en las diversas instituciones (oficiales, partidistas, y no gubernamentales), se observara la instrucción precisa de que se privilegie de forma rigurosa y articulada, partiendo de las contribuciones del estudio y una real controversia política, la responsabilidad de elaborar proyectos y toma de decisiones operativas que provoquen la necesidad única del ingrediente moral en la vida social y política de cada comunidad.

Lo anterior reside en la propia experiencia en el sentido de que, cuando se acata una solicitud equivocada que se aplique o se ciegue en cuanto a la dimensión moral, sin duda que todo llevará fácilmente a la deshumanización, a la perversidad, brutalidad y crueldad de la vida asociada a las instituciones sociales y políticas, que dará como resultado, el robustecimiento de las “estructuras de muerte”.

Vivir y actuar de acuerdo a la propia conciencia, no es buscar acomodarse en posiciones absurdas que nada tienen que ver con la responsabilidad que entraña el desempeñar algún encargo público o social, desde el cual se debe aportar lo que real y moralmente corresponde como lo es, “buscar establecer un orden social más justo y coherente con la dignidad de la persona humana”.

Uno de los principales errores más recurrentes en toda institución, es el hecho de que, “nunca se ha tenido el cuidado, o bien se ha abdicado sobre el profundo estudio que requiere el desarrollo humano integral”, del que por cierto, la ciudadanía, los legisladores y una autoridad responsables, tienen la encomiable tarea de promover un marco legal (vigente) y eficaz a partir de la realidad humana, de donde emanen incentivos para crear instituciones fuertes y recíprocas que generen y consoliden una cultura de legalidad continuada y consolidada.

En este mismo orden de razonamientos, el Papa Emérito Benedicto XVI, en su Carta Encíclica “La Caridad en la Verdad”, insiste: “…Por tanto, los proyectos para un desarrollo humano integral no pueden ignorar a las generaciones sucesivas, sino que han de caracterizarse por la solidaridad y la justicia intergeneracional, teniendo en cuenta múltiples aspectos, como el ecológico, el jurídico, el económico, el político y el cultural”.117

Acaso, ¿puede haber orden y tranquilidad cuando existen millones de hombres, mujeres y niños que no son considerados merecedores de tener lo indispensable para llevar una vida digna? ¿Puede haber prudencia en un contexto de vida donde prevalecen relaciones sociales, económicas y políticas inequitativas, que sirven a grupos privilegiados a costa de sacrificar a la mayoría?

En muchas comunidades, es evidente el descrédito que se han ganado a pulso muchas instituciones. Sin embargo, conviene anotar lo que referido en uno de los párrafos del documento de la Conferencia del Episcopado Mexicano intitulado “QUE EN CRISTO NUESTRA PAZ MÉXICO TENGA VIDA DIGNA” p. 56: “..Mientras que por Justicia se promueve la construcción de la <<ciudad del hombre>> según el derecho, por la caridad se promueve la <<ciudad de Dios>> con relaciones de gratuidad, de misericordia y de comunión. La  justicia, al mismo tiempo virtud moral y concepto legal, debe ser vigilante para asegurar el equilibrio entre los derechos y deberes, así como promover la distribución equitativa de los costos y beneficios. La justicia restaura, no destruye; reconcilia en vez de instigar a la venganza”.102

También, el Papa Emérito BENEDICTO XVI, en su Carta Encíclica “La Caridad en la Verdad” p. 63, nos dice que: “<<La solidaridad universal, que es un hecho y un beneficio para todos, es también un deber>>.105 En la actualidad, muchos pretenden pensar que no deben nada a nadie, si no es a sí mismos. Piensan que sólo son titulares de derechos y con frecuencia les cuesta madurar su responsabilidad respecto al desarrollo integral propio y ajeno. Por ello, es importante urgir una nueva reflexión sobre los deberes que los derechos presuponen, y sin los cuales éstos se convierten en algo arbitrario”. 106

Y, más adelante, en este mismo documento nos urge a que: “…Conviene, sin embargo elaborar un criterio de discernimiento válido, pues se nota un cierto abuso del adjetivo << ético >> que, usado de manera genérica, puede abarcar también contenidos completamente distintos, hasta el punto de hacer pasar por éticas decisiones y opciones contrarias a la justicia y al verdadero bien del hombre”.

Por tanto pues, ningún ser humano pude, en efecto, evitar el tema de la verdad y del sentido de la vida social, toda vez que la sociedad no es una realidad ilógica a su misma existencia.

Además, la exigencia moral engendrada en los grandes principios sociales, corresponde e incumbe al proceder personal de los individuos como responsables únicos de la vida social a cualquier nivel. Esto es, todo lo que se refiere y se enmarca en las instituciones representadas por la ley, normas de costumbre y estructuras civiles. Todo ello, en razón de su capacidad de influir y condicionar las opciones de muchos y por mucho tiempo.

Por ello, se necesita una enérgica actividad en educación en valores humanos y cristianos. Igualmente se necesita asumir el compromiso correspondiente para que cada uno, en la búsqueda de la verdad, misma que jamás podrá reducirse a un conjunto de opiniones torcidas, esta sea promovida y prevalezca por encima de cualquier intento de limitar sus exigencias o de ofenderla.

          ……Hasta la próxima, si Dios, nos lo permite…… 

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