EN LA ESPIRAL
Vicente González García
“HOY EXISTE MUCHO PROGRESO ECONÓMICO MÁS NO LA SUFICIENTE JUSTICIA SOCIAL”
En un país donde se lucha por la conquista de una democracia más auténtica, el principio de equidad predomina en todos los ámbitos de la vida social de la población con igualdad de oportunidades en la consecución de una mejor calidad de vida. Esto, evidentemente que es saludable y legítimo para toda comunidad que se esfuerza por alcanzar y cristalizar este propósito.
Sin embargo, quién no ha sido testigo de que estas aspiraciones normalmente se ven obstaculizadas por la indiferencia de muchos servidores públicos que sólo perciben su encargo como la oportunidad de conseguir para sí mismos y sus grupos ideológicos “un gran puñado de utilidades, ventajas y prosperidades”, mientras que, de forma irresponsable, a secas, establecen leyes en las que generalmente sólo observan y toman en cuenta una viciada organización política que impide a la mayor parte del pueblo el uso pleno de sus derechos.
Desde esta perspectiva, se hacen los arreglos necesarios para poner al servicio y al alance de las manos de unos cuantos, las grandes consideraciones y privilegios habidos y por haber para que puedan llevar una vida fácil y tranquila, mientras que para la mayoría sólo existe el trabajo rudo de los “ordinarios asalariados”, a quienes por cierto, en la mínima transgresión a la leyes establecidas, “se les aplica todo el rigor de las mismas”.
La injusticia, nadie desconoce, ha quedado establecida por largo tiempo entre los vicios gubernamentales y los años han servido únicamente para otorgarle cimientos más fuertes.
Hoy, no es arriesgado afirmar que en México, “ha habido mucho progreso económico, más no la suficiente justicia social”. Esta es una realidad que “muchos políticos no han podido ni querido aceptar” pese a los elevados índices de pobreza extrema en que viven millones de familias mexicanas.
Desde este punto de vista, ¿se puede juzgar que en México se sigue avanzando en materia de democracia cuando aún se encuentran mermados por la injusticia el rostro humanista y los valores que comporta la democracia?
Desde hace varias décadas, quienes han venido gobernando al país, en su momento, manifestaron hasta el cansancio, y se comprometieron constitucionalmente a que, “su gobierno habría de distinguirse por emprender la lucha por el mejoramiento de las condiciones económicas, sociales y culturales de la sociedad en su conjunto. Esto es, de la clase trabajadora, del campo y de la ciudad; extender y mejorar los servicios de tratamiento de seguridad social, y crear mejores instituciones de crédito para el campesino; aumentar, como se requiera, el número de educadores y de escuelas en todos los niveles educativos, y solucionar el problema de la vivienda popular; promover el desarrollo industrial y agrícola del país; extender y mejorar substancial, puntual y cuidadosamente el sistema de comunicaciones y transportes, y desarrollar una intensa labor sanitaria y asistencial; conservar el dominio del pueblo sobre sus recursos naturales, y sostener firmemente la estabilidad política y económica de México, así como luchar por una justa distribución de la riqueza, entre otros compromisos más.
De aquí pues que no se explica del todo el por qué exista tanto desempleo y pobreza extrema en millones de mexicanos. Si la lucha es porque el progreso económico actual y el que se vaya logrando en el futuro no se derrame únicamente en unos cuantos, sino que derrame sus beneficios en la mayor parte del pueblo mexicano, ¿por qué la riqueza se sigue concentrando en unas cuantas manos, y la pobreza se sigue acentuando en la mayoría de la población?
Hoy pues podríamos concluir diciendo que, en México, al igual que en otros países, seguimos padeciendo grandes y diversas crisis en los ámbitos económico, social, y político.
Sin embargo, ante otras más que se pudieran nombrar, se puede afirmar sin temor a equivocación alguna, que, Lo que está en crisis extrema, no siquiera es la configuración jurídico-social de los países, sino que, es “EL HOMBRE QUIEN SE ENCUENTRA SUMERGIDO EN UN PROBLEMA DE INGOBERNABILIDAD, “DE ANARQUISMO PURO”; ES EL INDIVIDUO QUE PADECE UNA TRÁGICA CONFUSIÓN DE VALORES… ¡SÍ!, ¡LOS VALORES ESENCIALES DE SU SABIDURÍA DE BIEN!
Y es que, cuando domina la obstinación gubernamental, cuando los principios religiosos parecen débiles, cuando el entendimiento se manifiesta limitado, y los viejos sueños se estropean, es señal inequívoca que las antiguas costumbres se están rompiendo.
Frente a esto, es preciso que el hombre detenga su caminar y analice prudentemente su propio pensamiento, y así poder enfrentarse la radiografía de su compromiso.
Todo indica pues que, las grandes crisis que se padecen, tienen su origen en la conducta particular del hombre. Por ello, es inaplazable que, cada ciudadano, en el campo de lo económico, social, y político retroceda a la ética de la dignidad humana. Es decir, a la ética del humanismo, sí, pero de un Humanismo Integral, que empuje de la persona humana a la conquista de una justicia, paz, y democracia auténticas.
Para alcanzar estos propósitos, bien sabemos que no es cuestión de actos protocolarios, y menos de discursos robustecidos con hermosas frases.
Estas empresas solamente se obtienen a partir de una conducta individual informada por el amor.
….Hasta la próxima, si Dios nos lo permite….