Terror y dolor golpean a Aguililla, pero hoy habitantes duermen con la fe renovada

El nuncio apostólico Franco Coppola, representante del Papa en México, visitó esta región de Tierra Caliente, azotada por la violencia, a donde llevó un mensaje de paz y esperanza

Aguililla, Michoacán. El terror y dolor que golpeó a la tierra caliente por fin ha cesado, o por lo menos eso parece. Se ha renovado la fe entre sus habitantes, aunque temen que todo resurja. La delincuencia espera dar un manotazo. Los pobladores de esta apartada municipalidad nunca antes habían estado tan cerca del papa Francisco como este viernes, pero cumplieron su sueño al recibir la visita del nuncio apostólico Franco Coppola, su representante personal en México. Él atravesó la sierra, más de 80 kilómetros para sembrar la paz entre los miles de familias que lanzaron desesperados gritos de auxilio.

 “No vengo a desafiar a nadie”, dijo rápidamente el enviado del Vaticano a México. Llegó a Apatzingán un día antes donde hizo oración a favor de la gente que vive en medio de la guerra, y a otro día muy temprano recorrió los caminos que fueron trozados por la delincuencia, pero que ya están reconectados. Junto con el obispo Cristóbal Ascencio ofreció una homilía ante cientos de habitantes de Aguililla. A ellos les dijo que la “muerte” jamás podrá ganar esta batalla y elogió el valor del pueblo que salió a sus calles para defender su fe y el amor.

“Vine aquí porque me parecía que era como subir al Gólgota, al lugar donde Jesús fue crucificado, fue matado injustamente, por razones de poder, por gente envidiosa. Pero ni el mal ni la muerte vencieron y Jesús resucitó”, dijo ante un pueblo deseoso de paz y lleno de ilusiones. Sus rostros lo expresaban. “El mal no puede, la muerte no puede contra el señor”, reflexionó el enviado del papa Francisco, tras lanzar un llamado a que no se permita que nadie nos arrebate la fe ni la vida eterna. Al pueblo le dedicó un mensaje de aliento, sobre todo quienes han perdido a seres queridos.

 “Aguililla está bajo la cruz, pero sus habitantes no están solos, pues los seres queridos que han sido arrebatados (por el crimen) están más cerca de nosotros, porque viven con dios, viven con nosotros. A ellos siempre los vamos a recordar, los llevamos en nuestro corazón”, expresó Coppola, quien recordó su paso por África, en donde atestiguó cómo territorios completos estaban bajo el dominio de los grupos criminales. Ahora, en México, tiene la encomienda de pacificar sus territorios, sobre todo aquellos que viven bajo el yugo de la delincuencia, a quienes les ofreció la conversión.

Ahora, todo el mundo tiene que hablar de Aguililla, un pueblo que está de pie, y que la fe y la esperanza han tomado esas calles que fueron controladas por los criminales. La tragedia que vivía este pueblo le motivó a Coppola a viajar a Michoacán. “No habrá ningún crimen que pueda matarme y sólo el Señor decidirá mi destino”, dijo el obispo, tras recordar que Facebook le censuró una publicación con imágenes de las personas que previo a Semana Santa fueron asesinadas y decapitadas en este municipio. “No quieren que el mundo vea lo que pasa aquí, pero nosotros vamos a inundar a México y al mundo de Aguililla”.

Y así, poco a poco se fue ganando a este pueblo que ha luchado por vivir. Él está consciente de las limitantes que tiene la Iglesia Católica pues “no está en su alcance organizar al pueblo para interrumpir esta guerra”, sin embargo, hizo sentir que no habrá abandono ni olvido. Reconoció que sacerdotes y el obispo han estado en ese lado del campo de batalla, y convocó a los medios de comunicación a que no callen y difundan la realidad de lo que ocurre, pues sólo así el mundo podrá saber lo que está pasando y el pueblo no se sentirá solo. Él no visitó Michoacán para regañar a nadie y se ofreció para recorrer todo aquel territorio que sufra por la violencia.

Recordó el llamado que hizo el papa Francisco a sus obispos en su visita a Michoacán. “Deben estar cerca del pueblo”, y así ha sido, pues muchas veces la gente se queda sola, y las autoridades pueden o no puede, o quieren o no quieren resolver los problemas que enfrentan, sin embargo, el riesgo es que se quede abandonada. “Nuestra visión es estar ahí, no vamos a huir”, prometió el italiano, tras reclamar a la prensa de lo poco que se habló de Aguililla, a pesar de lo duro que se estaba viviendo, pero reconoció que hasta a él mismo hace tiempo funcionarios de Relaciones Exteriores le pidieron que no hablara de la violencia.

Y se lo sugirieron porque eso dañaba al turismo, sin embargo, él ironizó que para el gobierno era más importante el turismo que la gente, por lo que advirtió que él seguirá hablando de lo que está pasando en México, pues ocultarlo es una ventana de oportunidad para que se aprovechen los “malos” del pueblo, es más, es hacerle un favor “que la gente se quede sola”. Había nerviosismo entre los propios habitantes. Probablemente había gente infiltrada, no se sabía. Un dron atestiguó el recorrido del nuncio apostólico por las calles del pueblo. “Es de los buenos”, decían pobladores cuando sobrevolaba.

Había policías en algunos tramos de la carretera. Se cruzó Pinzándaro, Catalinas y El Terrero (en Buenavista). De ahí transitaron hacia El Aguaje y después El Charapo. Ahí, una camioneta con insignias del Cártel Jalisco merodeaba entre las brechas del poblado. En cada punto, salieron grupos de feligreses para manifestarle su cariño al enviado papal. Él les dejó la bendición y su agradecimiento. Policías se apostaron en varios puntos de la carretera. “Ven que sí es posible reabrir carreteras y desplegar seguridad”, dijeron los obispos durante su encuentro con el pueblo. No entraron a críticas al gobierno, pues se tienen las autoridades que se eligen y con ellas se tiene que trabajar.

A la Iglesia no le compete resolver ese problema, y aunque se quisiera no se puede, es grande, es mucho, admitió Coppola, tras reconocer que el arzobispo de Morelia, Carlos Garfias, desde la Conferencia del Episcopado Mexicano ha trazado una ruta para recomponer el tejido social. Así sí puede la Iglesia Católica y ya está viendo los primeros frutos. Al pueblo también lo escuchó, y aunque aclaró que él no es nadie para enseñar nada, tiene claro que su encomienda es dejar la paz entre las familias lastimadas. El Vaticano no tiene ninguna agenda para entrarle al combate a la violencia, sino que quiere ayudarle a México a alcanzar la paz.

Coppola, de origen italiano, recordó que la seguridad no se logra solo con policías, pues por más que haya no se le puede ganar a la mafia. “Es necesario que en la población crezca la conciencia y que nunca más se le abandone, pues es lo que aprovecha el crimen”. Reconoció que él vive tranquilo, comparado con las personas que viven en condiciones difíciles en Aguililla y a convencerlos de que con fe todo se puede. Lamentó que los problemas de la violencia se viven en todo México, y no hay territorio libre, pero enfatizó que la de seguridad no es la única, sino también la pobreza. Ofreció volver a esta tierra, que espera volverla a ver, pero no con lágrimas sino con otros bríos.

Él volvió poco después de las 3 de la tarde a Apatzingán, pero antes se encontró con habitantes de El Aguaje, un poblado que hasta hace poco era fantasma. Ante ellos, el embajador del Vaticano se dijo agradecido por el valor de salir de sus casas.  Cristóbal Ascencio señaló que hace poco había un 20 por ciento de los pobladores y ahora ve que poco a poco van regresando y pidió que lo sigan haciendo pues nada es como estar en la tierra en que se nació.

Una mujer de la tenencia tomó el micrófono y les dijo que estaban muy agradecidos de que visitarán esta zona y les pidió que nunca los olvide “para que nosotros podamos tener esa bendición del señor Jesús, él tiene el poder, él puede solucionar esto, pero nosotros debemos tener una fe grande”. “Afuera de mi casa había bastantes balazos, yo me escondía bajo la ventana, por eso yo les digo a todos que cuando el padre nos llame a misa, vayamos”.

No hubo contratiempos, unos vehículos calcinados quedan sobre el camino, el miedo sigue percibiéndose, las miradas de personas extrañas no cesan, pero se ha encendido una luz en el fondo de ese largo camino hacia Aguililla. El representante del Vaticano se retiró de la “boca del lobo” y prometió volver para seguir construyendo esa paz que perdieron los habitantes desde el momento en el que la delincuencia organizada se enfrentó.

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