En 1929, se dio por terminada la Guerra Cristera; Ciénega de Chapala, región clave

Las crónicas locales refieren que Sahuayo fue uno de los municipios de los que más combatientes aportó en el conflicto generado a partir de la implementación de la llamada “Ley Calles”

Cristeros de San José de Gracia, Michoacán. Al centro, con sable, Anatolio Partida; a la derecha, Honorato González.

Sahuayo, Michoacán. Tras miles de muertes y un resentimiento que aún permanece entre los municipios de Jiquilpan y Sahuayo, este lunes se cumplieron 92 años de los acuerdos que permitieron poner fin al conflicto cristero que dividió a gran parte del país.

Pese a que los acuerdos de pacificación se lograron el 21 de junio de 1929, en la región de Sahuayo no fue sino hasta el 1 de julio de ese mismo año que los templos de la ciudad anunciaron el reinicio de las actividades de culto. Días después, la población daba la bienvenida al general cristero Ignacio Sánchez Ramírez, quien entraba con sus tropas al poblado portando un estandarte del Sagrado Corazón para anunciar el fin de la guerra.

General Ignacio Sánchez Ramírez.

Las crónicas locales refieren que Sahuayo fue uno de los municipios de los que más combatientes aportó en el conflicto generado a partir de la implementación de la llamada “Ley Calles”, que pretendió la creación de una Iglesia mexicana separada del Vaticano.

El conflicto orilló a fenómenos sociales adicionales en los municipios de Sahuayo, Cojumatlán de Régules y Marcos Castellanos, que se sumaron de manera decidida a esta lucha en apoyo al Clero Vaticano con la aportación de “cristeros”, esto es, integrantes de las milicias laicas que se oponían a la aplicación de la llama “Ley Calles”, mediante la cual se negaba personalidad jurídica a la iglesia Católica Romana y se pretendía el establecimiento de la denominada Iglesia Apostólica Mexicana, a la que se entregaron edificios y recursos para mantenerla separada del Vaticano en los años de 1926 a 1928.

Sahuayo se convirtió en uno de los referentes de este conflicto y se convirtió también en el centro del llamado Triángulo Cristero junto con los municipios de Cotija y San José de Gracia, con algunas aportaciones de los municipios de Cojumatlán y Venustiano Carranza. De hecho, queda en la memoria de los habitantes del municipio de Cojumatlán el éxodo realizado por los habitantes de aquellos años que tuvieron que cruzar en canoas la Laguna de Chapala al municipio de Jamay, en Jalisco, para resguardar su integridad física, sus bienes y el enorme Cristo de la Parroquia de este lugar.

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La “Ley Calles”

Con la intención de tener a la Iglesia bajo el control del Estado mexicano, el 14 de junio de 1926 se expidió la Ley de Tolerancia de Cultos durante el periodo presidencial de Plutarco Elías Calles, de ahí que esta ley fuese conocida posteriormente como “Ley Calles”, que entre otras cosas limitaba el número de sacerdotes a uno por cada 6 mil habitantes, así como la obligatoriedad de que los ministros del culto católico obtuvieran una licencia expedida por el Congreso de la Unión para poder ejercer, además de obtener la anuencia mediante previo registro de los municipios donde ejercería el ministerio sacerdotal.

Contrario a la creencia popular, con la “Ley Calles” el gobierno federal en turno no ordenó el cierre de templos, sino que el 24 de julio de ese mismo año los obispos mexicanos llamaron a suspender el culto religioso a partir del 31 de julio como medida de protesta ante las normas impuestas por la Ley de Tolerancia de Cultos y, de manera paralela, organizaciones laicas ligadas a la Iglesia católica emprendieron un boicot para llamar a la población para suspender el pago de impuestos y la compra de artículos producidos por el Estado, lo que ocasionó que el gobierno considerara a estas organizaciones como una fuerza beligerante; sin embargo fueron estas mismas organizaciones laicas quienes convocaron al levantamiento armado.

Plutarco Elías Calles.

La Guerra Cristera y la Ciénega

La región sureste de Jalisco y la Ciénega de Chapala son territorios que se funden sin sentirlo, territorios que se hermanaron durante un trienio por la fe y en los que quedan escondidos añejos rencores contra los municipios que tomaron el partido gobiernista o se mantuvieron al margen del conflicto. Por ejemplo, Jiquilpan fue atacado por los cristeros josefinos, en tanto que Cojumatlán, Sahuayo, San José de Gracia y pueblos cercanos a Jiquilpan sumaron combatientes a la causa cristera desde diversos frentes, pues hubo quienes, en Sahuayo, velaron noches enteras armados para evitar que el gobierno de Calles tomara la iglesia del centro.

Así, mientras otros participaban en las labores de avituallamiento a los combatientes que se escondían entre las sierras y las arboledas de la Ciénega, en los cerros y cuevas que conforman el escenario donde, de vez en cuando se daban escaramuzas en las que cristeros, soldados y agraristas quedaban tendidos.

Michoacán fue uno de los estados donde la llamada “Ley Calles” comenzó a aplicarse con el cierre de escuelas y conventos, así como los seminarios que funcionaban en Zamora, Morelia y Tacámbaro. De hecho, el cierre del Seminario Conciliar de Zamora, en marzo de 1926, orilló a que una veintena de jóvenes de San José de Gracia regresaran a su terruño en la puerta de la serranía que une y divide a Michoacán y Jalisco, y ahí sembraron la semilla de la insurrección de fe en la zona Sierra Sureste y Ciénega de Chapala.

Entre esos combatientes se encontraba el ya sacerdote Federico González Cárdenas, a quien se considera como el líder moral de la resistencia contra las políticas religiosas del gobierno de Plutarco Elías Calles, al grado de que los pobladores aceptaron sin chistar todas las disposiciones del clero católico, entre las que se encontraba la suspensión del culto el primer día de agosto de 1926, aunque siguieron ejerciendo su fe en espacios privados con mayor frecuencia aún que cuando podían hacerlo de manera pública, en ese mes ya los vecinos de Sahuayo habían dado las primeras batallas contra el Ejército federal.

Monumento a san José Sánchez del Río, elevado a los altares como uno de los mártires del conflicto cristero. Foto, José Luis Ceja.

San José Sánchez del Río, elevado a los altares como uno de los mártires del conflicto cristero.

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