El relevo de López Obrador
Este año Morena tendrá quien lo abandere en la elección del 2024. Un momento de definición para el futuro de la 4T y su viabilidad.
Una de las tareas políticas más relevantes para el presidente López Obrador será la de determinar o influir en quién será su sucesor o sucesora.
En ello también hay una suerte de restauración, de convergencia con el antiguo régimen, cuando los presidentes de la República tenían la capacidad de nominar a quien los relevaría en el cargo.
Es un escenario en que el primer mandatario se siente cómodo, porque se asemeja a lo que ocurrió hasta el sexenio de Miguel de la Madrid, quien fue el último en lograr que su elegido llegara a Palacio Nacional. Después, por diversos factores, entre ellos la violencia, el juego de los partidos y la propia alternancia, ya no resultó así.
Tiene tres cartas. Claudia Sheinbaum, Adán Augusto López Hernández y Marcelo Ebrard. Todo indica que prefiere a la jefa de Gobierno, aunque hay factores que no están bajo su control y puede tratarse de un escenario de sombras.
Lo primero es el desempeño que tendrán estos servidores públicos en el año que a penas inicia. Pueden ocurrir muchas cosas que los catapulten o los hundan. Por ejemplo, en 2021, Sheinbaum sufrió un descalabro en la disputa por las alcaldías de la Ciudad de México. Sus operadores resultaron un desastre y tendrá que apoyarse de otros grupos y corrientes de ser la elegida.
López Hernández se mantiene en el papel que le marcó Palacio Nacional como ejecutor de las instrucciones presidenciales. Desde la Secretaría de Gobernación tiene una panorámica envidiable, pero no necesariamente le va a sumar. La gobernabilidad está en riesgo por diversos factores y es ahí donde terminará de evaluarse su eficacia.
Aunque no sea su responsabilidad directa, le pesará no haber logrado las reformas constitucionales en materia electoral. Fintó con que podía y eso puede tener un costo.
El canciller Ebrard es el más preparado de la terna. Tiene cualidades que demostró en el gobierno de la Ciudad de México, pero que no son las más apreciadas en este momento en la 4T, cuando los negociadores y los reformistas han sido desplazados en un escenario de polarización.
Además, él sí pertenece a una izquierda democrática y se acerca a posiciones liberales, lo que no es bien visto en Palacio Nacional. Pero, su mayor atributo, el contar con fuerza propia, es su debilidad en un momento en que lo que se está construyendo es el andamiaje para que la influencia de López Obrador se mantenga más allá de su mandato.
Los tres tienen que crecer en las encuestas para aspirar. Esa es una aduana infranqueable, porque el presidente López Obrador no se va a arriesgar por todo lo que está en juego.
Superados estos asuntos, hay uno que escapa de las manos presidenciales y que provendrá de lo que haga o deje de hacer la oposición. Esa será la hora de la verdad, cuando ya se tengan escenarios claros y competitivos.
Por eso le urge al presidente López Obrador que el polo opositor nomine a su aspirante. Es como el entrenador de futbol que requiere saber la alineación del contrario, para saber quién tiene que saltar a la cancha.