EN LA ESPIRAL

Vicente González García

“¿TODOS SOMOS SUJETOS DE DERECHOS Y DEBERES SIN DISTINCIÓN ALGUNA?”

La libertad humana puede en efecto, en forma deliberada desatender y violar esa Alianza con Dios y de la humanidad que está tejida de llamamientos a reconocer la vida humana como un don divino.

Esta rebeldía,  bien sabemos que finalmente es motivada por la soberbia, y es capaz de llevar hasta el olvido el contenido de la Sagrada Escritura y lo que el Quinto Mandamiento-nos-dice: “No quites la vida del inocente y justo” (Ex. 23, 7).

Sobre este punto, el Catecismo de la Iglesia Católica subraya que: “El homicidio voluntario de un inocente es gravemente contrario a la dignidad del ser humano, a la regla de oro y a la santidad del Creador. La ley que lo proscribe posee una validez universal: obliga a todos y cada uno, siempre y en todas partes” (CIC 2661).

Por tanto pues, todos debemos entender cabalmente que Los derechos de la persona humana, como lo enseña San Juan Pablo II en su exhortación Apostólica “Cristifidelis laici” N. 38, “Son derechos naturales, universales e inviolables. Nadie, ni la persona singular, ni el grupo, ni la autoridad, ni el Estado pueden modificarlos y mucho menos eliminarlos, por que tales derechos provienen de Dios mismo”.

Hoy pues, sin embargo, “lo que puede parecernos evidente e indiscutible como es el reconocimiento de los derechos humanos de la persona, aún sigue siendo un gran desafío. Y, es que, ante esta realidad, no se trata únicamente de considerar y aceptar los derechos humanos (aunque indudablemente fue un paso importantísimo su reconocimiento), sino que, esta exigencia debería estar apuntalada en su cabal cumplimiento, implementando todos los mecanismos necesarios para que dicho reconocimiento se lleve a la práctica”.

Lo anterior debe tener mayor observancia y cuidado, particularmente en el ámbito del ejercicio de la autoridad y al uso del poder que se les confiere. Esto, porque en estos campos, es donde el hombre siempre se ve tentado a absolutizar y en la mayor de las veces a olvidar el fundamento en que sustenta su autoridad y poder, así como en-lo referente a la defensa y el derecho de toda persona, y en particular el-de los más pobres, de los marginados, de los últimos”.

La Declaración Universal de los Derechos Humanos, en su Art. 7, señala que: “Todos somos iguales ante la ley y tienen, sin distinción, derechos, derechos a igual protección de la ley”.

Y,  el Documento Eclesiástico “Biblia y Derechos Humanos p. 110, puntualiza: “Todos gozamos de protección y defensa gracias a la Ley. Nadie puede actuar impunemente”.

Aquí pues, habría que cuestionarnos a partir de, si las leyes que nos rigen como sociedad fueron elaboradas en observancia a la Ley Moral que es obra de la Sabiduría Divina.

Y, es que, La Ley Moral, de acuerdo al Catecismo de la Iglesia Católica, se le puede definir, en el sentido Bíblico, como una instrucción paternal, una pedagogía de Dios. Esta ley, PRESCRIBE (señala) al hombre los caminos, las reglas de conducta que llevan a la bienaventuranza prometida; y PROSCRIBE-(destierra) los caminos del mal que apartan de Dios y de su amor. LA LEY MORAL es a la vez, FIRME EN SUS PRECEPTOS Y AMABLE EN SUS PROMESAS.

En esta misma línea de razonamientos, el Catecismo de la Iglesia Católica, en su numeral 1951, también  destaca que: La ley (humana), es una regla de conducta proclamada por la autoridad competente para el bien común. La ley moral supone el orden racional establecido entre las criaturas, para su bien y con miras a su fin, por el poder, la sabiduría y la bondad del Creador. Toda ley tiene en la ley eterna su verdad primera y última. La ley es declarada y establecida por la razón como una participación en la Providencia del Dios vivo, Creador y Redentor de todos. <<Esta ordenación de la razón>>, es lo que se llama la ley”.

“LOS DERECHOS, ¿REALMENTE SE HACEN EFECTIVOS  Y SIN DISTINCIÓN ALGUNA?”.

¿Qué tan eficaces se han mostrado y se muestran muchos gobernantes en la procuración y cumplimiento de sus deberes para con sus gobernados en los derechos  porejemplo-, a, LA VIDA Y LA LIBERTAD,  La Igualdad ante la ley, la libertad de casarse y defensa del núcleo familiar, derecho a la seguridad social, derecho al descanso y vacaciones, a un orden social justo, etc., etc.?

Sobre este asunto de los derechos, el Libro del Levítico 19,15, advierte: “Siendo Juez no hagas injusticia, ni por favor del pobre, ni por respeto al grande: con justicia juzgarás a tu prójimo”.

También en Proverbios 17, 23, se proclama:”El malo acepta regalos en su seno, para torcer las sendas del derecho”.

Aún pues en nuestros días, hay quienes aseguran que: “La ley es imprescindible, y aunque sea injusta debe aplicarse”.

Por ello, no toda justicia legal es objetivamente justa, toda vez que, reducir la distancia que separa justicia y derecho sigue siendo para muchos pueblos uno de los objetivos prioritarios de todo progreso social y auténticamente humano que siguen esperando y que aún no se ha cristalizado.

Y es que,” cuando un derecho otorgado por Dios es ignorado o reprimido mediante una “injusticia legal”, la reacción será una “JUSTICIA ILEGAL”.

Pero, ¿quién o quiénes deciden si una ley es justa o injusta? ¿Acaso serán los representantes del-Poder-Judicial?….Si en ellos recae semejante responsabilidad, ¿Entónces, losLegisladores, qué-tipo-de-leyes-proponen-y-aprueban? ¿En verdad se preocuparán por promover, proponer y suscribir leyes justas?

A esta interrogante, incontables son las personas que coinciden en que,¡¡¡ NO SON POCOS LOS LEGISLADORES, que solamente se han preocupado por apoyar nuevas leyes, así como aprobar reformas a las propias constituciones que solamente convienen a los intereses de sus ideologías partidistas, mas no a la población que les otorgó su confianza!!!.

Por tanto, es evidente que el concepto que tienen LOS RESPONSABLES DE SERVIR a la realización de una JUSTICIA AUTÉNTICA, en la práctica, sufre deformaciones, y por más que una y otra vez recurran a esta misma idea de justicia auténtica, la experiencia sigue demostrando que frecuentemente “fuerzas negativas como el rencor, el odio y hasta la crueldad, les han tomado la delantera”.

Tal pareciera pues, que la misión de ciertos servidores públicos no es la de mirar por el bien de la sociedad, sino la de preservar sus mezquinos intereses e ideologías de partido.

¡¡Cuánto Disfraz de legalidad y legitimidad se dan hoy en nuestros días en hechos sociales que en el fondo no son otra cosa que, mentira y muerte del inocente, y de aquellos que aún no saben ni pueden defenderse!!

… (….)” ¡Oh corrupción humana! ¡Oh vida monstruosa! ¡Oh abismo de la muerte! ¿Es posible que haya podido deleitarme lo que no era lícito, no por otra causa sino porque no era lícito?..(…). (Confesiones de San Agustín, p. 51).

                  ……..Hasta la próxima, si Dios, nos lo permite……

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