Seguir a Jesús en libertad y amor
La idea de seguir a Jesús nos hace pensar en la vocación. Todos somos llamados por Jesús a seguirle. Por otra parte es cierto que sólo a algunos se les invita a cambiar de estilo de vida, a asumir una nueva forma de vida en la Iglesia con respecto a la que tenían.
¿Qué significa seguir a Jesús para los cristianos en general? En el Evangelio de hoy parece que Jesús pone las cosas difíciles a los que quieren seguirlo. A uno le promete vivir en la más total de las pobrezas –“las zorras tiene madriguera pero el Hijo no tiene donde reposar la cabeza”–, a otro le pide que abandone a su familia sin siquiera enterrar a su padre –para los judíos enterrar a los muertos es uno de los más sagrados deberes, cuánto más al padre–, a otro le impide incluso despedirse de su familia. La llamada de Jesús es una llamada radical que descoloca a las personas de su vida para ponerlas al servicio del Reino.
Entonces, ¿quién puede seguir a Jesús? La respuesta está en la segunda lectura, de la carta a los gálatas. Ahí está la clave para comprender el servicio del Reino al que Jesús nos llama. Incluso se podría cambiar el orden de las lecturas y leer la segunda después del Evangelio. Pablo comienza proclamando que Jesús nos ha liberado para que seamos libres. El Reino es lo absolutamente contrario a la esclavitud. El Reino de Dios es el reino de la libertad. Vivir al servicio del Reino significa asumir radicalmente la libertad que Dios nos ha concedido en Cristo. Asumirla con sus riesgos y asumirla responsablemente. Entrar en el Reino es madurar como personas. Los hijos de Dios no tienen más vocación que la libertad. Y ahí no se pueden hacer concesiones. No hay que volverse a mirar el tiempo en que fuimos esclavos, no hay que preocuparse siquiera de enterrar lo que abandonamos. Nuestra vocación nos llama a crecer en libertad. No es fácil vivir en libertad y asumirla responsablemente. Es un camino duro –como el de Jesús, en subida hacia Jerusalén–. Supone renunciar a muchas seguridades. Pero ahí es donde nos quiere Dios.
Claro que es una libertad atemperada en la relación por el amor. Somos libres para amar con todo el corazón. Somos libres desde la verdad más verdadera de nuestras vidas: todos somos hermanos y hermanas en Jesús. Somos libres para tomar las decisiones que nos lleven a amar y respetar la vida en su integridad, la propia y la de los demás. Somos libres para defender la vida frente a todas las amenazas. Somos libres para vivir en solidaridad con toda la creación. Seguir a Jesús para el cristiano significa madurar en libertad, dejar de ser esclavo de las normas y ser agente activo en la construcción de un mundo más justo, más hermano y más libre.
Para la reflexión
¿Cuáles son mis esclavitudes? Trata de concretarlas (el qué dirán, el alcohol, la pereza…). ¿Cómo trato de liberarme de ellas? ¿Qué significa para mí vivir en libertad? ¿En qué medida estoy trabajando para hacer que este mundo sea más humano, más libre y fraterno?