MENSAJE DOMINICAL

EL REINO DE DIOS SE PARECE A…
Pbro. Vicente Girarte Martínez
Jesús no fue un teólogo en el sentido en que hoy entendemos esa palabra. Pero eso no quiere decir que no tuviera las ideas claras sobre lo que quería transmitir a los que le escuchaban. Y para ello escogió un lenguaje que sugería más que decía, que abría pistas para que la gente pensara por sí misma aunque no ofreciese un sistema cerrado de pensamiento. Su mensaje fundamental fue el anuncio del Reino de Dios.
Pero, ¿qué es el Reino? Sorprendentemente, Jesús no lo dice nunca. Suele hablar del Reino a través de comparaciones y parábolas. Son comparaciones sencillas, fácilmente comprensibles para los que le escuchaban, campesinos pobres en su mayoría pero también letrados y estudiosos de la ley. Sus parábolas aluden a diversos aspectos del Reino. Pero nunca lo definen del todo. Sus oyentes van entendiendo poco a poco. Casi podríamos decir que en la medida en que quieren entender. Porque seguro que algunos de los que fueron a escucharle se alejaron de él pensando que aquel hombre no hacía más que contar historietas para niños.

Hoy el Evangelio nos trae a la memoria dos parábolas de Jesús. Una acentúa el aspecto misterioso del crecimiento. El Reino se parece a la semilla que siembra el campesino y que luego crece sin que nadie sepa cómo en la oscuridad de la tierra. Pero crece y termina dando su fruto. Da lo mismo que el campesino duerma o esté en vela. Llegará el momento en que lo único que tendrá que hacer será recoger la cosecha. La otra dice que el Reino se parece a la semilla de mostaza, la más pequeña de las semillas, pero que luego se hace tan grande que hasta los pájaros del cielo se cobijan en la planta que sale de aquella semilla. También el Reino crecerá hasta acoger a todos los hijos de Dios sin excepción.
Es que el Reino es la obra de Dios que completa misteriosamente su creación, contando ciertamente con la colaboración del hombre ciertamente pero no sólo. Porque la gracia de Dios actúa incluso cuando el hombre duerme. Así es el Reino, mucho más grande que la Iglesia, que apenas es su signo visible. Los cristianos nos comprometemos a trabajar al servicio del Reino, a preparar el campo para que reciba la semilla del Reino. Y Dios será el que, muchas veces sin que nos demos cuenta, hará que crezca en lugares y formas que no podemos imaginar. Porque el campo de Dios es el mundo y la semilla la planta en los corazones de todas las personas que son sus hijos e hijas. Por eso, los cristianos vivimos guiados por la fe, como dice Pablo en la lectura de la segunda carta a los corintios. Hoy, quizá, no vemos el resultado de la obra de Dios que construye el Reino, pero estamos seguros de que él llevará a buen término su obra. Hasta que llegue a su plenitud.
Para la reflexión
¿Por qué no dedico un tiempo a contemplar el campo del mundo y a tratar de ver dónde está creciendo el Reino de Dios –la fraternidad, la libertad, la justicia…–?

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