EN A ESPIRAL
Vicente González García
¿ES POSIBLE LA PRESENCIA DE LA CORRUPCIÓN Y LA IMPUNIDAD EN UN ESTADO DEMOCRÁTICO?
Todo lo que existe en nosotros de humanos nos dice que la política, por grande que de hecho sea en ella la parte del arte y de la técnica, no deja de ser una cosa internamente moral. Por ello es que un incumplimiento, una injusticia, aún realizada bajo la excusa del interés del Estado, es un desacierto político, puesto que la condición fundamental de una buena política es que esta sea justa.
La utilidad de esas políticas justas que son necesarias para el desarrollo integral de los pueblos, y que debían realizar las legislaciones, articulándolas con interés y cordura, sin duda se vería reflejada en una mejor calidad de vida de todos los ciudadanos .
Esta idea de hacer políticas justas, evidentemente nadie las rechaza abiertamente, y menos en tiempos de campañas proselitistas. Sin embargo en los hechos, ya es otro cantar. Esto, porque, incluso, si estas ya estuvieran dentro del marco constitucional, relativamente pocos serían los que provocaran darles cabal cumplimiento.
En este contexto, no es raro saber que para muchos políticos, sobre todo para los que tienen alguna responsabilidad pública, de acuerdo a las posturas mostradas en el trabajo realizado, pareciera que cumplir con su responsabilidad de hacer políticas justas siempre les significa un grave problema, bien sea con su bancada partidista, o simplemente porque dejaría de percibir ciertos beneficios y favores monetarios extras.
Para este tipo de servidores públicos, el pueblo no les interesa en absoluto, a excepción de cuando necesitan “el voto”. Por ello es que comunidades que a base de esfuerzo común y organización habían alcanzado y mantenido un buen nivel de una prosperidad que tiende al bien común como parte integrante de la misma, hoy las notamos con grandes quebrantos económicos y morales a consecuencia del acentuado cúmulo de injusticias de que han sido objeto. Esto, sin que los responsables de velar por la seguridad y desarrollo de las mismas, proporcionen los medios necesarios para que sus pobladores retornen a ese estado de vida de paz, armonía confianza que tenían.
A juicio de muchos ciudadanos, no se podrá alcanzar una solución aceptable a la problemática que viven, si primeramente, gobernantes y gobernados no admiten la existencia de un gobierno soberano y universal, que es propiamente y en ese mismo orden de cosas un gobierno divino. Es decir, se tiene que reconocer que Dios es la causa primera de ese orden particular que es el orden moral, y que hace que el bien y el mal den su fruto aquí abajo en la tierra.
Esto es lo que necesitan admitir todos los pueblos sin excepción alguna. Deberán aceptar que el ejercicio político de la justicia y de las demás virtudes morales, aunque indiquen que existe una serie de sufrimientos y pérdidas lamentables que se estimara no tendrán fin, tal ejercicio, finalmente habrá de conducirse por el sendero del bien común, y poco a poco se irá rehaciendo esa paz, armonía, seguridad y desarrollo, que hoy por hoy no se encuentra por ninguna parte.
Esto, claro que es cuestión de fe, y situados en ella se ha de tener en cuenta que el bien temporal en que da fruto la justicia y el mal transitorio en que recauda la maldad pueden ser muy distintos de los resultados inmediatos que se puedan esperar. Aquí se trata, reiteramos, de tener fe y no querer adivinar cuando y cuanta prosperidad se habrá de obtener. Esto, claro está, en caso de que gobernantes y gobernados se decidan a corregir el camino escabroso por el que se orientan.
Quien puede negar que hoy, la realidad que viven muchas comunidades, prueban que existe una cierta e inevitable separación entre “UNA CONCEPCIÓN CRISTIANA Y OTRA NO CRISTIANA DE LA POLÍTICA”.
A partir de esto, tenemos gobiernos corruptos que producen leyes perversas que indudable y sutilmente siguen promoviendo un doble sentido del significado real de los valores humanos y cristianos.
Esto pues, ha traído como consecuencia el decaimiento del entramado social y la consolidación de la Corrupción y la Impunidad, sobre todo en el ámbito político gubernamental, donde insistentemente se habla de que vivimos en un estado democrático.
Dónde pues se observa la mayor necesidad de de la población, ¿acaso se encuentra en la de recuperar en las familias los valores humanos y cristianos, o bien, en salir de la crisis moral, económica y de injusticia?
Todas las dificultades tienen su orden de solución. Mas como todos somos responsables de cuanto sucede, ¿qué es lo que hemos aportado de alivio tú, yo y los demás? ¿Acaso no hemos notado que muchas de nuestras actitudes están permeadas de formas de ánimo, familiaridad y generosidad, que no son sino “MÉTODOS PARA ENCUBRIR Y ADORNAR NUESTRAS PROPIAS INJUSTICIAS”?
También, ¿no es cierto que nos dormimos en nuestros laureles sin importarnos lo que suceda en nuestro entorno; en tiempos electorales apoyamos a políticos corruptos, y siempre nos da lo mismo que se aprueben y apliquen leyes que ofenden la dignidad humana?
Igualmente, ¿Cuándo y cuánto nos hemos interesado en saber si ciertas reformas a la Constitución solamente se hicieron con fines ideológicos y económicos para beneficiar a unos cuantos, o bien para maquillar las diversas formas de injusticia que sólo abonan para acrecentar la miseria de muchos y favorecer la opulencia de unos cuantos, haciendo que crezca más y más la perversa desigualdad?
En fin, ¿hasta cuando seguiremos depositando nuestra confianza en un sistema de gobierno que solamente atiende el interés de esos enormes engranajes del mal que fortalece la dominación, y cede fácilmente a la corrupción y la impunidad?
…..Hasta la próxima si Dios nos lo permite….