EN LA ESPIRAL
Vicente González García
“TRANSFORMAR AL HOMBRE, ES LA SUPREMA MANERA DE TRANSFORMAR EL MUNDO”
Las ocupaciones y actitudes de numerosos creyentes católicos, pudiese decirse que son afines a las que adoptan los incrédulos. Esto, porque en sus quehaceres y deseos, tras enfrentarse ante la decisión de elegir entre lo espiritual y lo material, existe una actitud comprobada que tiende más hacia el puro goce del mundo. Sin embargo, en el fondo de su ser, al percibir claros destellos de una consideración hacia lo incorpóreo, finalmente se confunden en cuanto a su realidad como seres humanos hechos a imagen y semejanza de Dios.
Así ante la dificultad que se les presenta para saber definir cabalmente si es el cuerpo o el alma quien debe conducir su existencia, se enfrascan en una verdadera batalla campal e incomprensible, y se muestran infelices porque no encuentran el verdadero sentido de la vida.
Por ello, no es raro encontrarse con personas que evidencien una oleada de conflictos internos que los hacen aparecer desordenados, y que su tránsito por el mundo, los asemeje a ensayadas marionetas suspendidas en el tiempo y el espacio.
Una verdad inobjetable es que toda persona humana, jamás podrá encontrar cordura (sano juicio), respecto al propósito de la vida, en tanto no aprenda que no puede haber fortaleza del alma o el cuerpo mientras existan trastornos internos.
Hoy, no podemos ocultar que nuestra época se ha visto marcada por el miedo y la indecisión. Tenemos miedo a darle un sí sostenido al compromiso con Dios.
Muchos sabemos cabalmente que si nos decidimos a obrar con recta razón y nos dejamos bañar de la mente de Cristo, al grado que observemos las cosas a partir de Su generosidad, no habrá lugar para las chapucerías que acostumbramos en perjuicio de los demás; tampoco habrá lugar para hacer leyes injustas; para la impunidad y la corrupción; no habrá terreno donde alojemos los mecanismos perversos para provocar tanta desigualdad, miserias e injusticias.
Tocante a lo anterior, el Obispo de feliz memoria FULTON J. SHEEN, en su obra literaria “AMAOS UNOS A OTROS”, nos ilustra de manera precisa que una de las razones por las que muchos no encontramos solución a los conflictos internos, es porque: “……no hemos definido nunca de forma absoluta para nosotros mismos si es el cuerpo o el alma el que debe dominar. Y agrega: “Si nos concentramos en los placeres del cuerpo, abandonamos los goces del alma. Si nos concentramos en el alma, hacemos que el cuerpo sea su siervo, y por tanto un partícipe en los goces del alma”.
En razón de lo anterior, acentúa que: “…..Mientras vivamos sin una meta de vida, somos como un aparato de radio sintonizado en dos estaciones diferentes, que no capta ninguna armonía, sino perturbaciones atmosféricas, y no nos produce ningún deleite, sino un sentido de irritación”.
En cuanto a LA META DE LA VIDA, el Rev. Fulton J. Sheen, Catedrático de Filosofía en la Universidad de Louvain y la Universidad Católica de América, al emitir la pregunta “¿Cuál es la meta de la vida humana? Continúa: Esta pregunta ya ha sido contestada: Alcanzar la Vida perfecta sin la muerte, la Verdad sin el error, y el Amor sin el odio o el hastío: que es Dios”.
Y, para ilustrar lo anterior menciona: “Un hombre es feliz cuando llena el fin para el cual fue hecho. Las criaturas de toda clase —oro, alimento, maquinaria, carne, moneda— son medios para alcanzar a Dios. Es el hacer de éstas los fines de la visa, lo que constituye el egoísmo y motiva el pecado y el desorden. Esto sucede tan fácilmente a nuestra naturaleza caída, que debemos de estar constantemente en guardia. Para este fin, hemos de hacer un examen de nosotros mismos cada noche antes de dormirnos, seguido de una oración en que expresemos dolor por nuestros pecados, y pidamos a Dios el perdón, expresando nuestra resolución de enmendar nuestros caminos y hacer penitencia por los pecados que hemos cometido.
Este examen, agrega, puede ser breve. Girará alrededor de los siete pecados capitales, los siete enterradores del alma: ORGULLO, AVARICIA, ENVIDIA, IRA, GULA, PEREZA Y LUJURIA.
SEVERINO MARÍA ALONSO, C.M.F., en su obra “Las Bienaventuranzas y la Vida Consagrada” del Instituto Teológico de la Vida Religiosa, expresa: “El cristiano está en el mundo y tiene que vivir en el mundo; pero no es del mundo. No puede vivir desde el espíritu del mundo, que es preocupación por las realidades terrenas y despreocupación por los valores del Reino. Tiene que vivificar y transformar, desde dentro, todas las realidades temporales, es decir, todo el mundo”. “……Tiene que trascenderlas y transfigurarlas, para ofrecérselas a Dios”…..
Más adelante, en este mismo sentido, pone en relieve que: “Transformar al hombre es la suprema —y la única— manera de transformar el mundo. Y el hombre sólo se renueva y transforma por dentro, cambiando su mentalidad (=metanoia, conversión), su corazón y su espíritu (cf. Ez. 18, 31-32). Y “corazón” es la raíz misma de la personalidad, la fuente del pensar y del querer, de donde brota la más firme decisión, el principio de todo lo bueno y lo malo del hombre (cf. Mt. 15, 18-19). Cambiar el corazón es, pues, cambiar al hombre entero y la única forma de asegurar el cambio eficaz de las estructuras……”
………Hasta la próxima, si Dios, nos lo permite……….