MENSAJE DOMINICAL
Pbro. Vicente Girarte Martínez
Una cuestión de generosidad
La primera lectura nos cuenta una antigua historia de un profeta y una mujer. Es tiempo de sequía. Y si para todos suelen ser tiempos difíciles, para los pobres, y una viuda siempre lo es, son tiempos peores. ¿Qué puede hacer una viuda pobre con un hijo en tiempos de sequía? Nada más que esperar la muerte en cuanto acabe con lo poco que queda del año anterior. Eso es lo que está a punto de sucederle a esta viuda de Sarepta. Pero el profeta le invita a compartir eso poco que tiene. La viuda debió pensar que total daba lo mismo morir un poco antes que un poco después y con esa generosidad que sólo los pobres tienen a veces, compartió lo poco que tenía con el profeta. La respuesta fue el milagro: ni el aceite ni la harina se terminaron.
El Evangelio tiene hoy dos partes. La segunda se parece mucho a la historia de la viuda de Sarepta. Frente a los ricos que donan mucho dinero al templo, hay una pobre anciana, viuda además, que echa apenas dos reales. Nada más. Obviamente, esa aportación no era muy importante para el Templo. Pero Jesús no valora lo que da la viuda desde la perspectiva económica sino desde otra perspectiva bien diferente. La anciana viuda ha dado mucho porque ha dado de lo que necesitaba para poder sobrevivir. Su aportación en cantidad no es mucha pero en generosidad tiene un valor incalculable. Aquí no se produce el milagro de la viuda de Sarepta. No sabemos si al llegar a su casa, la anciana viuda encontró su cartera de nuevo llena con lo suficiente para vivir. Probablemente no. Pero el amor de Dios estaba metido en su corazón. Y eso es más que suficiente. El que no lo crea, que se lo pregunte a los santos.
La otra parte del Evangelio, la primera, recoge unas palabras de Jesús sobre los que hacen de la vida una exhibición y de sí mismos una fachada. No les importa vivir ni amar ni hacer sino sólo ser vistos, ocupar los puestos de privilegio y de honor, ser aplaudidos y homenajeados. Eso que existe en el mundo de la política o de la empresa existe también, dice Jesús, en el ámbito de lo religioso. En este mundo, los que hacen eso son más hipócritas si cabe por cuanto ponen su relación con Dios como excusa para devorar los bienes de los pobres. De esta forma, Jesús pone en contraposición dos actitudes ante la vida: la de los que buscan nada más que su propio bienestar y para ello no dudan en engañar y aparentar lo que no son ni tienen y la actitud de los que compartiéndolo todo, sin medida, con absoluta generosidad, como la pobre viuda, tienen un tesoro inmenso en su corazón. Jesús nos viene a decir que vivir en plenitud es una cuestión de generosidad, de compartir sin medida, de no querer acaparar sino de dar todo lo que se tiene.
Para la reflexión
¿De qué lado estamos? ¿Con los que se aprovechan de los demás o con los que comparten sin medida? ¿Practicamos la generosidad sólo con los amigos, con los que nos van a devolver el favor? ¿Qué podríamos hacer para que nuestra generosidad llegase a los más lejanos?