EN LA ESPIRAL


Vicente González García
“LA CONCIENCIA TIENE UNOS DERECHOS PORQUE TIENE UNOS DEBERES” (CARDENAL J.H. NEWMAN)
El hombre, como lo señala San Juan Pablo II en su encíclica “Esplendor de la Verdad”, justamente aprecia la libertad y la busca con pasión: justamente quiere –y debe–, formar y guiar por su libre iniciativa su vida personal y social, asumiendo personalmente su responsabilidad.
También, en este mismo contexto, el Catecismo de la Iglesia Católica subraya que: “La libertad, en efecto, no sólo permite al hombre cambiar convenientemente el estado de las cosas exterior a él, sino que determina su crecimiento como persona, mediante opciones conformes al bien verdadero: y de este modo, asegura San Gregorio de Nisa, EL HOMBRE SE GENERA A SÍ MISMO, ES PADRE DE SU PROPIO SER. Y San Juan Pablo II en su Carta Encíclica “Centesimus annus”, añade: Y CONSTRUYE EL ORDEN SOCIAL.
Por ello, como lo asegura el Concilio Vaticano II (Const. Past. Gaudium et spes, 27: “En ningún caso la persona humana puede ser instrumentalizada para fines ajenos a su mismo desarrollo, que puede realizar plena y definitivamente sólo en Dios y en su proyecto salvífico: el hombre,–agrega el mismo documento–, en efecto, en su interioridad, trasciende el universo y es la única criatura que Dios ha amado por sí misma”. Por esta razón, subraya la Conferencia del Episcopado Mexicano en el documento “Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia”: “Ni su vida, ni el desarrollo de su pensamiento, ni sus bienes, ni cuantos comparten sus vicisitudes (experiencias) personales y familiares pueden ser sometidos a injustas restricciones (limitaciones) en el ejercicio de sus derechos y su libertad”.
De aquí pues que, la persona no puede estar solamente coronada sobre ideas de índole económico social o político, declarado por jurisdicción y/o autoridad alguna, ni aún en nombre de un supuesto desarrollo de la propia sociedad en su conjunto, ya que la ambigüedad (confusión=vaguedad) del progreso sigue evidenciando muchos de los horrores que tenemos frente a nosotros en esta llamada época modernista.

“El progreso, ciertamente que ofrece innovadoras posibilidades de que el hombre lleve una vida más cómoda y placentera. Más también, lo expone a claras y profundas probabilidades para realizar el mal”.
Hoy pues, es considerable el número de grupos de personas que proclaman un conjunto de ideas modernistas que engrandecen la libertad del poder y el hacer a un extremo tal que la envanecen hasta el extremo, pues, a esta la juzgan como un absoluto, y la instituyen como la fuente de los valores.
Estas corrientes de pensamiento que no son otra cosa sino “UN VESTIDO MUY USADO AL QUE NO PUEDEN COSERSE COSAS NUEVAS”. Es decir, son corrientes de doctrinas que desconocen el sentido de lo trascendente, y que tienen un origen ateísta le atribuyen a la conciencia y libertad individual los privilegios de una autoridad superior del juicio moral, que decide (establece) categórica (absoluta e ineludiblemente) sobre el bien y el mal.
PARA QUE SE EJERZA LA VERDADERA LIBERTAD, es ineludible el compromiso de observar la Ley Moral Natural, de índole universal, que anticipa y une todos los derechos y deberes. Y es que, la Ley natural es la luz que ilumina la inteligencia generada en el hombre por Dios. Y gracias a ella entendemos lo que debemos hacer, así como lo que debemos evitar.
Este conocimiento es el don de Dios más preciado que tiene el hombre. Y gracias a este don, somos partícipes de su ley eterna la cual se identifica con Dios mismo. Esta ley divina y natural revelada en los Diez Mandamientos, determina los principios (normas) básicos y fundamentales que ordenan la vida moral. La ley divina y natural se sustenta pues en la obediencia a Dios, principio y juez de todo bien, y en el sentido de igualdad de todo el género humano entre sí.
SAN JUAN PABLO II, en su Encíclica “Esplendor de la Verdad” (p. 55), de forma por demás clara describe el concepto de la “verdadera libertad”: <> La pregunta Moral, a la que responde Cristo, no puede prescindir del problema de la libertad, es más lo considera central, porque no existe moral sin libertad: <>. Pero, ¿qué libertad? El Concilio —frente a aquellos contemporáneos nuestros que <> la libertad y que la <> pero que <>—, presenta la verdadera libertad: <>. Si existe el derecho de ser respetados en el propio camino de búsqueda de la verdad, existe aún antes la obligación moral, grave para cada uno, de buscar la verdad y de seguirla una vez conocida. En este sentido el Cardenal J. H. Newman, gran defensor de los derechos de la conciencia afirmaba con decisión: <>.
Ante estas realidades, como ya se anota en líneas anteriores, aún en nuestros días existen tendencias filosóficas y teológicas que bajo la argucia de las corrientes subjetivistas (individuales y parciales), aún en su diversidad, coinciden cabalmente en deformar y negar la relación intrínseca(esencial=natural) que existe entre la Libertad con respecto a la Verdad.
Estas tendencias, sin duda, salvo que aporten algunas nimiedades en lo útil y valioso, se deben examinar, cuidadosamente, toda vez que están plagadas de imprecisiones, peligros y errores que, hoy por hoy, con su diversidad de máscaras, siguen enganchando a millones de personas haciéndoles creer que el cristianismo moderno debe instaurarse en el desarrollo económico, toda vez que, “CUANDO LA ECONOMÍA ESTÉ SOLUCIONADA, TODO QUEDARÁ RESUELTO”.
Ejemplos de la perversidad de estas mentalidades que desean hacer del ser humano “UNA VERDADERA MÁQUINA PRODUCTORA, CONSUMISTA, MATERIALISTA Y MEZQUINA”
En la actualidad, a muchos de nosotros, ya nos parecen algo tan natural, que nos estamos convirtiendo en una sociedad insensible ante los horrendos y diversos crímenes que generan la corrupción en sus diversas modalidades, llámense, drogadicción, alcoholismo, pornografía, robos, secuestros, violaciones, abortos, fraudes de todo tipo, extorsiones, desintegración familiar, y un interminable etcétera.
Lo cierto es que estas corrientes filosofoteológicas, en su mentalidad perversa olvidan que, como lo pone en relieve el Papa Emérito BENEDICTO XVI en su documento pontificio “SALVADOS EN LA ESPERANZA”: (…)…”en efecto, el hombre, no es sólo producto de condiciones económicas y no es posible curarlo sólo desde fuera, creando condiciones económicas favorables”. …(….)..”Si el progreso técnico no se corresponde con un progreso en la formación ética del hombre, con el crecimiento del hombre interior (cf. Ef. 3,16; 2 Co 4, 16), no es un progreso sino una amenaza para el hombre y para el mundo”. (….)
Así pues, la dependencia intrínseca que existe entre Libertad y Verdad, ha sido expresada de manera límpida (sin mancha) y autorizada por las palabras de Cristo: <> (JN 8, 32). (Esplendor de la Verdad, p. 56, Juan Pablo II).
La temática, es interminable, más como no somos lo suficientemente doctos en la materia, pues, ojalá sirva en algo lo expuesto en la edición anterior y en la presente.
……Hasta la próxima, si Dios, nos lo permite….

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