EN LA ESPIRAL


Vicente González García
“NADIE QUEREMOS PAGAR LOS COSTOS POR DISFRUTAR LO QUE NO PODÍAMOS TENER Y HABER HECHO LO QUE NO DEBÍAMOS HACER”
¿Quienes podemos negar que las cosas que tienen cierto brillo y atractivo como son entre otras más, el oro, la plata, los diamantes, etc., recrea y deleita nuestra vista?
Y, ¿qué decir del tacto y la posesión de estos objetos, que muchos consideramos como indispensable, o mejor aún, que al tener posesión de ellos nos proporcionan una seguridad eficaz y poderosa para sentirnos superiores ante los demás, a quienes creemos que podemos mandar y someter con el poder que la obtención de estos bienes perecederos nos proporciona?
Igualmente, ¿Quiénes podemos negar que no es verdad que estas cosas inferiores, que, aunque son realidades en el mundo actual, no dejan de ser pasajeras, pero que nos comunican sobradas satisfacciones que engañosamente nublan nuestra mente y nos aseguran que jamás terminarán, y que sin embargo, en el desmedido afán por poseerlas de forma deliberada, seguimos dispuestos a hacer lo que sea pisoteado los derechos más elementales de los demás, incluyendo la propia vida?
Nadie ignoramos, que toda acción trae una reacción. Y ante tales atropellos, ¿qué sucede cuando tenemos que enfrentar las consecuencias por nuestras malas acciones?
¡¡Ciertamente que muchos, a duras penas no queremos tragarnos los efectos que estas producen!! Y si es que las tragamos, ¡¡difícilmente las digerimos!! Porque, a decir verdad, ¡¡quienes nos decidimos a adoptar estas inclinaciones torcidas para satisfacer nuestros perversos deseos, no estamos en la misma sintonía para pagar los costos del gusto de haber tenido lo que no podíamos tener, y hacer lo que no debíamos hacer!!

Lo antes citado y otros males más que venimos padeciendo, es un claro indicador de que la tradición de los pueblos sigue viéndose desafiada por un proceso de cambios bruscos en la conducta de muchos y que se viven como algo ordinario en la época actual.
Pocos podríamos aceptar que tales cambios ya se han instalado en el punto central de nuestras vidas que muchos ya los hemos erigido en ídolos; y, aunque también se nota una remarcada CRISIS DE VALORES, parece no interesarnos que la cultura modernista, de manera sutil nos siga inclinado a que tales cambios, como familia y como sociedad, los aceptemos como universales.
Y, claro que, somos una gran cantidad quienes ya los hemos captado de manera fácil y acelerada, y con un indiferentismo tan firme y egoísta, que no nos ha importado que las nuevas generaciones, entre los que se encuentran, miles y miles de niños, adolescentes y jóvenes, estén pagando ¡¡LO QUE NO DEBEN!!
Ese costo que están pagando nuestros pequeños hijos, es demasiado elevado si consideramos su propia felicidad y la pérdida de las estructuras habituales de su existencia, debido a los trastornos de vida que les hemos heredado y que, para muchos, hoy son de lo más ordinario.
Hoy, difícilmente haríamos un alto en el camino y preguntarnos, ¿hacia donde estamos yendo nosotros y llevándonos entre las patas a nuestros hijos? ¿Acaso será al encuentro de la nada?, ¿al encuentro del sin sentido de la vida? Esto, porque, al final del día, ¡¡las cosas se vuelven monótonas, hartan y causan náuseas, y sentimos el vacío de los años vividos y sin ya poder remediar nada!!
¿Qué decir pues de la vida que llevan nuestros jóvenes? ¿Acaso no hemos notado que esta transcurre como tren sobre carriles oxidados, estancándose, o refugiándose en ese espejismo de vida salvaje que les hemos legado?
¿Acaso muchos estamos tranquilos, sabiendo que llevamos una vida errada y que forma parte de un engranaje monótono y espantoso? ¿Por qué ni siquiera nos cuestionamos nada, ni del por qué de lo que sucede en nuestro entorno? ¿Será que nos gusta estar “DURMIENDO MAL Y COMIENDO PEOR”; “CON MUCHA CIENCIA MUNDANA Y POCA CARIDAD?”
¿TENEMOS PUES QUE SEGUIR AMANDO Y APAPACHANDO LA PERDICIÓN, LA CULPA Y LA MISERIA QUE NOS PROPORCIONAN LOS ÍDOLOS DE LA RIQUEZA Y EL PODER QUE NO ES OTRA COSA, SINO EL CÁNCER DE UN ATEÍSMO PRÁCTICO Y MILITANTE?
Nadie podemos negar que el seno de muchas de nuestras hemos dejado arraigar ese cáncer que sigue segando miles de vidas, bajo las formas de un supuesto valor supremo que produce hastío como es, el hábito de buscar lo más cómodo y placentero, y la voluntad de poder y dominio. ¡Sí! ese cáncer que hoy por hoy, muchos lo seguimos valorando como un nueva forma de vida, aunque en realidad, en su real y auténtico contenido, sólo acarrea a ese monstruo de dimensiones incalculables preñado con las mismas viejas artimañas de muerte.
Sin duda pues, en muchas de nuestras familias, y como sociedad, nos sigue faltando la voluntad y firme decisión de proponernos metas más humanas y darles su cabal cumplimiento, para gradualmente poder ir desentrañando los problemas morales en los que nos encontramos estancados.
Y es que, la conformidad inmoral en que muchos hemos caído, al ir en contra del orden natural de las cosas establecidas por Dios, rompen los lazos de toda sociedad humana y poco a poco le sigue cerrando los ojos para que siga amando la vanidad y buscando la mentira que justifique sus propias ruindades ó libertinajes.
Estas infames conductas que ofenden la dignidad de todo ser humano son los fantasmas que no pocos de los que nos hacemos llamar católicos, seguimos abrazando, evitando vomitar el veneno que con gran facilidad va debilitando nuestra fe y haciendo inútiles y vanos aquellos buenos deseos que se asfixian dentro de nosotros mismos.
Ese desorden interior que muchos llevamos dentro, anarquista, por cierto, hace que nos entreguemos sin reservas a las cosas pasajeras, a esos ídolos de la riqueza y el poder absolutizados que nos han conducido a cargar sobre nuestras conciencias los nefastos y devastadores daños que cobran forma humana en nuestros jóvenes a través de la violencia ejercida en sus más claras expresiones como son, entre otros más: la drogadicción, el alcoholismo, los asesinatos, los secuestros, las violaciones sexuales, los abortos, las relaciones sexuales prematrimoniales, las uniones libres, el homosexualismo, etc., etc.
Pero ¿Cuándo pues consideramos que debemos cambiar nuestra forma de vida? ¿Acaso será UN DÍA ANTES DE MORIR?
Si nuestra respuesta es afirmativa, preguntémonos también: ¿Sabemos cuándo vamos a morir? La respuesta lógica a esta segunda pregunta es que, ¡¡nadie sabemos cuándo será que nuestro cuerpo material retorne al polvo del que está hecho!!
Por tanto, lo mejor que podemos hacer es ¡¡CAMBIAR DESDE EL DÍA DE HOY!! toda vez que, ¡¡NO SABEMOS SI EL DÍA DE MAÑANA ESTEMOS MUERTOS!!
¡¡¡APOSTÉMOSLE A LA CULTURA DE LA VIDA A TRAVÉS DE UNA CONVERSIÓN INTEGRAL!! La conversión integral no se refiere propiamente a las cosas externas, sino, a la que representa esas grandes dimensiones espirituales para limpiar todo el cochinero que muchos llevamos dentro y que nos tiene imbuidos en ese sepulcro de muerte.
Esa conversión a que debemos aspirar y que, si es nuestra decisión conseguirla, se irá dando gradualmente, y nos llevará a salir de nosotros mismos. Es decir, vaciará nuestros egoísmos, ambiciones y chapucerías, vanidades y orgullos, para que sea Dios el que viva en nosotros y nosotros en El.
Ejercitémonos pues para que exista en cada uno de nosotros una estrecha relación entre el corazón y la mente, porque del corazón sale lo bueno y lo malo; y, la mente discierne y toma decisiones para bien ó para mal.
…………Hasta la próxima, si Dios, nos lo permite….

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