EN LA ESPIRAL


Vicente González García
¿SON LOS JUICIOS EQUIVOCADOS DEL HOMBRE LOS QUE DETERIORAN EL ORDEN TEMPORAL?
Aunque bien se dice que los hombres construimos nuestra propia historia, esta, no siempre se ha visto definida por peculiaridades justas y distintivas para que pueda considerársele como autónoma. Es decir, toda historia, aunque fincada en circunstancias anheladas por las personas, siempre lleva implícita una serie de condicionamientos fijados, bien sea por herencia del modo de ser y de pensar de nuestros antepasados, o bien por legislaciones que solamente ven como norma exclusiva y el fin último de sus quehaceres un puñado de utilidades, ventajas y prosperidades en beneficio de unos cuantos, sin considerar en lo más mínimo que esta sea una de las causas de los numerosos conflictos que perturban el orden social.
Las primeras, en un cuantioso número, no son incongruentes con la idiosincrasia de los pueblos. Esto, ¡desde luego!, cuando se actúa con un dinamismo y una orientación que llevan al propósito concreto de legar a las futuras generaciones “un mundo mejor, con importantes contextos de vida y más oportunidades sustentadas en derroteros (direcciones) que ayuden a lograr cambios más profundos encaminados a un orden cultural apuntalado en el origen de la vida humana.
También en ese afán de construcción de la historia del hombre que no es otra cosa sino, la de hacerse todos los días a sí mismo, así como de luchar por rehacer día a día un mundo con un orden social que marque ese ideal de vida planteado por Jesucristo, jamás han faltado la presencia de corrientes filosóficas de origen ateísta, filtradas en las instituciones políticas y de gobierno, que siguen viendo esta norma como una amenaza que atenta contra sus fines perversos.
Y, es que, esos politeístas (los que creen en la existencia de muchos dioses) en la búsqueda y conquista de esa vía libre que apetecen para alcanzar el fruto de sus intereses plagados de ambiciones de riqueza y poder económico, es indudable que tienen la consigna de inclinar al hombre a producir más, consumir más y consecuentemente a destruir más el tejido de la vida social.
Esto, ¡¡claro está!!, siempre lo han buscado, a través de los evidentes ataques sistemáticos y de desprestigio de la Iglesia Católica así como de las filosofías tradicionales que le han sido confiadas para darles el debido cumplimiento y luchar incansablemente por cambiar de dirección las dimensiones interiores torcidas del hombre y este opte por retomar ese sendero de vida eficaz que ofrece el Evangelio, y no siga en ese afán de deteriorar el orden temporal.
A este respecto, el Papa de feliz memoria San Jun Pablo II en su Encíclica FE y RAZÓN tras explicar el origen y destino del hombre aseguró:…(….) “En efecto, el necio se engaña pensando que conoce muchas cosas, pero en realidad no es capaz de fijar la mirada sobre las esenciales. Ello le impide poner orden en su mente (cf. Pr 1, 7) y asumir una actitud adecuada para consigo mismo y para con el ambiente que le rodea. Cuando llega a afirmar: <> (cf. Sal 14 =13=, 1), muestra con claridad definitiva lo deficiente de su conocimiento y lo lejos que está de la verdad plena sobre las cosas, sobre su origen y su destino”.(….).

La historia del hombre, evidentemente que no se fundamentará jamás en una tesis de rivalidades que tenga como propósito una discusión académica donde todo termina en la última y merecida satisfacción del que tiene la razón.
Si dicha historia fuera así, –es decir—, nada más un encadenamiento de necesidades lógicas, sería más que suficiente definirla como una repugnante existencia autómata. Y de ser entendida de esta manera, los mandatos de Dios, autor de la vida humana, resultarían inútiles.
Las Sagradas Escrituras nos dicen que Jesucristo en su radicalidad, se dedicó a instruir a sus discípulos sobre la capacidad que deberían tener de ser diferentes, alternativos, y no un grupo de imitadores de los comportamientos establecidos en esa época.
Esta comunidad que Jesucristo formó, la hizo capaz, no de competir, sino de presentarse como una alternativa ante el proyecto del mundo: ANTE EL SERVILISMO, EL SERVICIO; CONTRA EL ODIO, EL AMOR; ANTE EL EGOÍSMO, LA ENTREGA DE LA VIDA; CONTRA LA MARGINACIÓN, LA INCLUSIÓN DESDE EL AMOR, ANTE EL CULTO VICIADO POR INTERESES, UN CULTO DE VERDAD.
Así pues, es tarea inexcusable de todos y cada uno de nosotros los que profesamos la Fe Católica, y también de los no creyentes, el analizar si nuestras familias, barrios, colonias, y comunidad están construyendo su historia a partir de ciertas ideologías que de manera sutil siguen atacando a la Iglesia Católica, o bien, se encuentran inmersos en negocios ilícitos y vicios que en definitiva obstruyen la propuesta de Jesucristo.
Indudablemente, también es obligación de todos arrancar de cada uno de nosotros esa envidia que nos desgasta en todo lo que somos y con la que nos conducimos por la vida a pesar de saber que solamente continúa generando odios y venganzas. Y es que, en el momento en que conocemos el resultado de tales obstinaciones, lejos de encontrar esa paz tan anhelada, sólo quedamos hartos de duros remordimientos.
Si en verdad tenemos temor de Dios, debemos servirnos de todo tipo de medios lícitos para procurar tener la posibilidad de ser lo menos malos posible. El resto, es cosa de Dios.
Sobre el Odio, San Gregorio Magno, nos dice: “De la envidia nace el odio, la maledicencia, la calumnia, la alegría causada por el mal al prójimo y la tristeza causada por su prosperidad”. Y, San Agustín veía en la envidia “el pecado diabólico por excelencia”

Quién o quiénes son los responsables de construir nuestra propia historia?…,¡¡¡sí, mi historia!!!, ¡¡la de mis hijos, esposa, nietos, etc., etc!!….¿Estaríamos dispuestos, usted, y yo, que otras personas escribieran una sarta de falacias sobre nuestra vida personal?…
De las riquezas que Dios me confió, a mí, a usted, y a la sociedad toda, y que por una u otra razón hemos sido malos administradores al derrocharlas sin más ¿acaso llevaremos ante el Juez Supremo un litigante que nos defienda interponiendo recursos de apelación para que intente torcer los justos preceptos que no se pueden torcer bajo la influencia del dinero así como estamos acostumbrados a hacerlo en este mundo?
Del mismo modo, ¿podremos recurrir a la compra de un documento jurídico de amparo en tanto arreglamos las una y mil chapucerías que hicimos a los demás?
¿Por qué no corregir nuestro comportamiento, y conducirnos en la vida a partir de los valores humanos y cristianos que generan vida, paz y armonía?
¡¡Hoy, todos estamos en tiempo y forma de hacerlo!!… Y, ¡¡esto debe ser de buena voluntad y con una decisión firme!! ¡¡MAÑANA, POSIBLEMENTE SEA DEMASIADO TARDE!!
……….Hasta la próxima, si Dios, nos lo permite….

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